jueves, 26 de abril de 2018

Cuento con moraleja: Ratón de campo y ratón de ciudad

Entre los árboles de un enorme bosque, vivió una vez un humilde ratoncito, que cada mañana se levantaba feliz a comer, saltar, jugar y hacer todo lo que quisiera. Aquel ratoncito era muy feliz porque tenía todo cuanto pudiese desear. Su casita estaba hecha de hojas secas y su cama era una cáscara de nuez. En las noches, el ratoncito conversaba con su amiga la lechuza y con los primeros rayos del Sol partía todos los días hacia el río para bañarse con sus amigos los peces.
Una tarde, arribó a la casa de nuestro amigo un ratoncito de la ciudad, engalanado con ropas de seda, sombreros de terciopelo y joyas de la más alta calidad. Al ver las condiciones en que vivía el ratoncito de campo, enseguida comenzó a burlarse de él, pero nuestro amigo no hizo caso de aquello, y gustosamente le preparó una merienda, mientras le invitaba a descansar dentro de la casita.
“Eres muy amable, amigo mío. Pero he sentido vergüenza al ver que nada de esto se compara con todas las comodidades que podrías tener en la ciudad. ¿Por qué no vienes conmigo y lo compruebas con tus propios ojos?”, preguntó el ratoncito de ciudad mientras devoraba la merienda de frutos secos y hojas verdes que le había preparado el ratoncito de campo.
Después de una larga charla, el ratoncito de campo accedió a visitar la ciudad de su nuevo amigo, y temprano en la mañana emprendieron el viaje. Luego de recorrer varias horas de camino, los viajantes arribaron por fin a la entrada de la ciudad, y tras avanzar unos kilómetros más terminaron sentados por fin en la casita del ratoncito de ciudad.
“¿Has visto cuánto lujo?”, preguntó el ratoncito de ciudad mientras su amigo observaba con detenimiento todas las joyas de aquella casita. Al cabo de un tiempo, y habiendo descansado un poco, los animalitos sintieron entonces que el hambre los atormentaba, por lo que decidieron salir en busca de comida.
Al llegar a una casa, los ratoncitos treparon por la ventana, y para su sorpresa, encontraron la mesa de la cocina repleta de manjares deliciosos. Carnes, dulces, vegetales, todo cuanto pudieran desear se encontraba en aquel lugar, pero la dicha duró poco para nuestros amigos, pues tan pronto como se disponían a dar el primer bocado, apareció de la nada un gato feroz.
Muertos de miedo, los ratoncitos echaron a correr con todas las fuerzas de sus patas, y cuando estuvieron a salvo, decidieron salir nuevamente en buscar de comida. Varias horas después, el ratoncito de ciudad dio con otra casa, e invitó al ratoncito de campo a colarse por la rendija de la puerta, para luego saltar hasta la mesa donde le esperaba un delicioso banquete.
Embelesados de tanta comida, los ratoncitos no se dieron cuenta que una señora los vigilaba sigilosamente detrás de las cortinas, y tan grande fue el susto que se llevaron, que de un golpe terminaron en la calle, hambrientos, asustados y tristes. “No te preocupes, amigo. Ya encontraremos un lugar donde podamos comer algo”, insistía el ratoncito de ciudad tratando de consolar a su compañero.
Nuevamente, anduvieron por un rato los ratoncitos hasta que por fin, encontraron un lugar repleto de comida. Se trataba de un restaurante de lujo, y con mucho cuidado, los dos animalitos se escurrieron entre las mesas hasta llegar a una que estaba repleta de manjares suculentos. Sin tiempo que perder, los ratoncitos se dispusieron a devorar todos los platos de la mesa, aunque desafortunadamente, el cocinero ya los había visto desde el momento en que entraron por la puerta.
Acercándose con cuidado, el cocinero estrelló contra la mesa su cuchillo, pero afortunadamente, el ratón de ciudad logró esquivar el golpe a tiempo. Alertados del peligro, los dos ratoncitos no tuvieron otro remedio que huir de aquel lugar a toda velocidad, y cuando se encontraron a salvo en la calle, el ratoncito de campo le dijo a su amigo:
– No lo tomes a mal, querido compañero. Cierto es que vives rodeado de lujos y cosas muy buenas, pero la ciudad no es para mí. Yo no podría vivir jamás en un lugar tan agitado y peligroso, y la verdad, prefiero mil veces mi humilde y pequeña casita en el campo antes que vivir nervioso todo el tiempo y temeroso por mi vida. A veces, es mejor disfrutar de la vida feliz y con poco, que contar con grandes comodidades y vivir asustado todo el tiempo.
Y así fue cómo el ratoncito de campo jamás volvió a saber de su amigo en la ciudad, y cada día de su vida lo pasó entonces en su humilde pero tranquila casita, feliz de la vida que había escogido para él.

Fuente: www,chiquipedia.com

CUENTO EL CERDO VANIDOSO




Esta es la historia de un cedro presumido y tonto, que se jactaba a diario de su hermosura. El cedro vivía en el medio de un jardín, rodeado de otros árboles más pequeños, y para nada tan bellos como él. ¡Soy en verdad, algo digno de contemplar, y no hay nadie en este jardín que supere mi encanto! – repetía el cedro en las mañanas, en las tardes y en las noches.
Al llegar la primavera, los árboles comenzaron a dar hermosas frutas. Deliciosas manzanas tuvo el manzano, relucientes cerezas aportó el cerezo, y el peral brindó gordas y jugosas peras.
Mientras tanto, el cedro, que no podía dar frutos, se lamentaba angustiado: “Mi belleza no estará completa hasta que mis ramas no tengan frutos hermosos como yo”. Entonces, se dedicó a observar a los demás árboles y a imitarlos en todo lo que hicieran para tener frutos. Finalmente, el cedro tuvo lo que pidió, y en lo alto de sus ramas, asomó un precioso fruto.
“Le daré de comer día y noche para que sea el más grande y hermoso de todos los frutos” exclamaba el cerro orgulloso de su creación. Sin embargo, de tanto que llegó a crecer aquel fruto, no hizo más que torcer poco a poco la copa de aquel cedro. Con el paso de los días, el fruto maduró y se hizo más pesado cada vez, hasta que el cedro no pudo sostenerlo y su copa terminó completamente quebrada y arruinada.
Algunas personas son como los cedros, que su ambición es tan grande que les lleva a perder todo cuanto tuvieron, pues no hay nada tan fatal como la vanidad, y debemos evitar ser engreídos con las personas que nos rodean.

Fuente:www.chiquipedia.com

miércoles, 25 de abril de 2018


Mi Experiencia en la I.E.I N° 24008 - Santa Rosa de Lima


Desde el momento en el que elegí la institución educativa en donde iba a realizar mis primeras prácticas pre-profesionales, noté un cierto nerviosismo. Prácticamente no había tenido contacto con niños ni tampoco sabía si el realizar mis prácticas me iba a resultar sencillo. Además de el conocimiento adquirido a lo largo de año, tampoco sabía si todos ellos iban a resultarme del todo eficaces por lo que estaba insegura y muy a la expectativa de todo lo que aconteciese.

En mi primer día, todos mis compañeros de prácticas al igual que yo, estábamos impacientes sobre cómo sería nuestro recibimiento en el jardín. Al llegar, la directora se mostraba comprensiva, nos atendía con mucha amabilidad y así nos facilitaba la realización de nuestras prácticas pre profesionales que en realidad fue observación de cómo es trabajar con los niños, como la maestra manejaba la situación, el comportamiento de los niños, la forma de trabajo de la maestra y a tener una imagen.

Se nos hizo conocer cada una de las aulas donde debíamos realizar las prácticas.

Desde el primer día, quería que los niños me vieran como alguien que les podía ayudar en todo momento a la vez que les explicaba o corregía cualquier tipo de ejercicios.

Respecto al ambiente de la clase, pude darme cuenta de que todos los niños se llevaban bien entre ellos, no había escisiones ni grupos entre ellos. Tampoco había ningún niño al que no le hicieran caso o lo marginasen. En los recreos jugaban entre todos libremente.

Así pues mi labor en mi clase a lo largo de las semanas fue ser su “apoyo” en todas las materias. Algunos niños tenían ciertas dificultades.

A modo de conclusión puedo destacar la grata acogida que he tenido en el centro inicial tanto por parte de los profesores así como de mis compañeros.
Tenía inquietudes sobre cómo me desenvolvería en una clase o si verdaderamente los niños me entenderían cuando les explicara algo. Me he dado cuenta de que ejercer en un futuro como maestro es algo de lo que no me voy a arrepentir.

jueves, 19 de abril de 2018

Cuando  era un niña me encantaba jugar con los juguetes. Tenía todo tipo de ellos  pero el primero y del que siempre tengo recuerdos era mi muñeca. Que me regalaron cuando tenía cuatro años.Estaba un poco viejo, le faltaba un brazo y el color estaba muy desgastado, pero igual lo apreciaba mucho. Era mi  juguete favorito y siempre quería jugar con ella.


Tenía todos mis juguetes en mi  habitación y mi madre me decía todas las tardes que ordenase mi habitación después de jugar. Pero  era muy desordenado y odiaba recoger mis cosas. 

Una tarde, fui a una fiesta de cumpleaños que celebraba una amiga mía en el parque y llevé algunos de mis juguetes incluyendo mi muñeca. Fue muy divertido porque todos las niñas compartieron sus juguetes.